Convalidan la emergencia climática en Florencio Varela
En el marco de las inclemencias climáticas que vive nuestro país con la sequía persistente y dado el carácter agropecuario de nuestro partido se convalidó la Declaración de Emergencia Climática en el distrito hasta el 31 de diciembre del corriente año. Dicha manifestación se logró con la presencia de 21 Concejalas y Concejales en el recinto “Isla Malvinas Argentinas» del Honorable Concejo Deliberante de Florencio Varela, en la décima Sesión Ordinaria correspondiente al periodo legislativo 2023.
A 22 días de las elecciones nacionales que definirán quién será el próximo presidente o la próxima presidenta en la República Argentina -siendo ésta una de los regiones más vulnerables a los efectos del cambio climático de la región- el tema brilla por su ausencia en los discursos proselitistas de las tres fuerzas que mejor se posicionan.
¿Quiénes son los responsables y quién paga la crisis?
“El cambio climático es el resultado de más de un siglo de energía y uso de la tierra, estilos de vida y patrones de consumo y producción insostenibles”, dice Jim Skea, copresidente del WGIII (Grupo de Trabajo III del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático).
Pero ¿todos aportan por igual? Gabriel Blanco, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Centro (Unicen) y uno de los tres argentinos que participó en la elaboración del informe del Grupo de Trabajo III– considera que el reporte expone que hay desigualdades e inequidades a nivel global, regional y dentro de cada país. Los más ricos, los que más emisiones producen, son los menos vulnerables a los impactos de la crisis climática y los que más herramientas tienen para afrontar la transición energética, si se compara con lo rezagada que está la innovación y la lentitud de los flujos financieros hacia los países en desarrollo.
Aunque abunda en proyecciones de temperatura según escenarios y gigatoneladas de emisiones que deberían recortarse, el reporte no estima cuánto hace falta para financiar la transición. Se limita a decir que “se necesita más inversión en energía renovable y no más en combustibles fósiles”, destacando que eliminar subsidios podría reducir emisiones hasta un 10 % para 2030.A rgentina va a contramano también en este punto: “El nivel de subsidio que se les da a los combustibles fósiles, sobre todo el aumento que ha tenido en los últimos años, es preocupante”, dice consultor climático Enrique Maurtua Konstantinidis. El experto sostiene que es esto lo que lleva a la población a pensar que las energías renovables son caras, cuando no lo son: “Estamos subsidiando demasiado a las otras. Ese es el problema”.
El cambio en los comportamientos individuales, resaltado por muchos medios de comunicación, sin dudas forma parte de la batería de medidas necesarias para aminorar el impacto de la crisis climática y ecológica. Pero, si se despeja un poco el polvo de una idea tan extendida, enseguida se aprecia que no todos tienen la misma responsabilidad y capacidad de daño.
Los hogares de mayores ingresos no solo generan una cantidad desproporcionada de emisiones respecto a los más humildes: también tienen mayor potencial para reducirlas. Blanco distingue entre una parte de la población que genera un “consumo superfluo de bienes y servicios”, y un gran porcentaje que los requiere para satisfacer necesidades básicas.
Las urbes son tanto usinas de contaminación como claves en la mitigación climática. El modelo parisino de “ciudades de 15 minutos”, compactas y transitables, es una de las apuestas mencionadas para reducir el consumo energético. ¿Cómo? Electrificación general –incluyendo el transporte–, fuentes de energía de bajas emisiones y mayor absorción y almacenamiento de CO2 a través de la naturaleza. Para reducir la demanda de servicios de pasajeros y mercancías en tierra, aire y mar recomiendan teletrabajo, digitalización, gestión de la cadena de suministro y movilidad inteligente y compartida.
El tono del reporte busca convencer a corporaciones y Gobiernos, responsables de la debacle ambiental, de que la transformación energética y productiva les depararía beneficios económicos. “Mantener sistemas intensivos en carbono puede, en algunas regiones y sectores, ser ya más caro que la transición a sistemas con bajas emisiones”, sostiene. Desde esta óptica, todas las iniciativas para ahorrar energía, reducir GEI y eliminar desperdicios se miran en términos de rentabilidad y no de necesidad social.
“Las energías renovables están estancadas en Argentina”
Las emisiones locales son marginales si se las compara con las de los principales contaminantes: apenas un 0,8 % en el escenario global. Sin embargo, Maurtua Konstantinidis no subestima el papel argentino en el contexto latinoamericano: la economía regional depende fuertemente de los hidrocarburos.
Esto no significa que el resto de los países latinoamericanos sean un ejemplo, aunque hay propuestas de descarbonización que califica como interesantes, planes de reducción de emisiones hacia 2030, compensaciones, protección de bosques y recuperación de tierras, lo que prima en el escenario regional es el incumplimiento.
El Gobierno de Alberto Fernández tiene objetivos climáticos claros: los compromisos del Acuerdo de París y la contribución determinada a nivel nacional (NDC) que anunció en diciembre de 2020 y actualizó en octubre de 2021, comprometiendo al país a no emitir más de 349 millones de toneladas de CO2 en 2030. Aunque conserva su potencial de energías renovables, Argentina no llega en el mejor de los escenarios. El desfasaje entre los compromisos asumidos y las políticas implementadas es tal que hasta la ley nacional de energías renovables –que establece que estas deben representar un 20 % de la matriz eléctrica en 2025– podría no cumplirse. “Es lo que dice la gente del sector”, anticipa el especialista.
Según Maurtua Konstantinidis, hay dos caminos cortos para la transición energética local: la eficiencia en materia de energía y la accesibilidad de las renovables para el conjunto de la sociedad. “La energía solar y la eólica son de las más económicas en todo el mundo. Realmente es una picardía que en Argentina eso no esté al alcance de la gente”, reflexiona.
Luego de un despegue promisorio, las energías renovables “están estancadas desde hace unos tres años”, admite Maurtua Konstantinidis.
La apuesta por las renovables no es un “capricho” ambientalista. Para Maurtua Konstantinidis, contribuye a la estabilidad económica del país. “Cuanto más energía renovable tengamos, menos dependencia de la volatilidad de los hidrocarburos vamos a tener”, explica. Es tajante: “En la medida que el sector energético no repunte en su descarbonización, no vamos a poder cumplir con los objetivos”. En su mirada, esto depende de que Argentina tenga cierta estabilidad de precios.
Además, el horizonte de escasez de energía en lo inmediato vuelve esencial el incentivo de las renovables. Son más baratas, se pueden poner en funcionamiento en el corto plazo y generar muchos empleos, especialmente en la fase de construcción. “Instalar parques eólicos, por ejemplo, es algo súper rápido. Lo mismo los solares. En meses nada más ya pueden estar entregando energía”, destaca Maurtua Konstantinidis.
Por su parte, Blanco, también autor del informe que proyecta la altísima probabilidad de derrames petroleros en el mar argentino, señala que las autoridades no solo no entienden la crisis climática y los impactos que ya existen, sino tampoco la necesidad de replantear el modelo de desarrollo argentino hacia un sendero “más sostenible, humano, amigable y equitativo”.
¿Qué pasa con las producciones agropecuarias?
El modelo agroindustrial predominante en Argentina está basado en un paquete tecnológico que tiene tres patas: la siembra directa, las semillas modificadas genéticamente y el uso intensivo de agroquímicos. Este sistema tiene impactos socioambientales, tanto en los territorios como en las personas que los habitan.
La agroindustria argentina es, además, una gran emisora de los gases de efecto invernadero que producen el calentamiento global. Según datos oficiales obtenidos del inventario de gases de efecto invernadero, el sector aporta el 37% de las emisiones totales del país.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoce a la agroecología como una solución a la actual crisis climática, ya que fortalece la biodiversidad, cuida la fertilidad de los suelos, reduce la explotación de los recursos naturales y ayuda a la mitigación y adaptación al cambio climático.
En este contexto cobran relevancia las iniciativas para producir, comercializar y consumir alimentos bajo otro paradigma productivo como es el agroecológico, que se apoya en una perspectiva de desarrollo sostenible y busca generar hábitos más amigables con el ambiente.
De acuerdo al último Censo Nacional Agropecuario 2018 –última medición cuyas cifras han sido publicadas hasta hoy pues el del 2022 tiene fecha en noviembre de este año sus resultados definitivos- , en Argentina 5.277 establecimientos agropecuarios utilizan prácticas agroecológicas, sobre un total estimado de 250.000 explotaciones. Esto significa que una de cada 50 explotaciones agrícolas del país trabaja bajo un paradigma productivo alternativo.
A modo de paraguas para contener y multiplicar este tipo de iniciativas, en el año 2016 se creó la Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología (Renama) –de la cual no forma parte el Municipio de Florencio Varela-, un entramado de actores productivos, académicos y estatales hoy presente en más 40 localidades argentinas.
El 11 de agosto de 2020 se oficializó la creación de la Dirección Nacional de Agroecología, que tiene como principal objetivo intervenir en el diseño e instrumentación de políticas públicas, programas y proyectos que promuevan la producción primaria intensiva y extensiva bajo el paradigma de la agroecología.
Desde su lugar como responsable de esa dependencia, Eduardo Cerdá – ingeniero agrónomo, uno de los precursores de la agroecología en Argentina y participante fundador de la Renama- se mostró consciente del camino que aún falta recorrer así como de lo que significa luchar contra mitos instalados como que la agroecología no tiene buenos rindes económicos. En relación a las problemáticas que presenta este sistema de producción en la actualidad, agregó: “hay mitos que se instalan como que la agroecología lleva más trabajo o de que no se van a obtener los mismos rendimientos. Son mitos, miedos que siempre tiene la sociedad cuando algo cambia”.
FUENTES: ANRED y Emergencia en la Tierra.