En su nuevo disco, Para quien trabajas Vol. 1, la cantante y compositora indaga en el miedo, la violencia y el odio.
Abiertamente lesbiana y feminista, Marilina Bertoldi constituye un caso singular y un punto de inflexión para la historia del rock argentino poco proclive a la salida del clóset de las mujeres. Bertoldi también hizo historia cuando se convirtió en la segunda mujer —después de Mercedes Sosa— y en la primera lesbiana en ganar el Gardel de Oro, el máximo galardón de la industria discográfica argentina, por el disco Prender un fuego.
Después de esa explosión, a manera de puñetazo de boxeadora que supuso Prender el fuego y de ese viaje excitante al corazón y la carne lésbica que supuso Mojigata, Bertoldi —cuyas fanáticas se cuentan por millares— vuelve al ruedo con Para quien trabajas vol. 1, un disco conceptual y lleno de emociones que, sin abandonar las causas de género de la artista, se erige en denuncia global de las injusticias y monstruosidades de la realidad contemporánea. No parece casual que el primer tema del álbum se llame “Para quien trabajas” y el último se denomine lisa y llanamente “Monstruos”.
–¿Creés que Para quien trabajas es producto de este momento histórico?
–Para quien trabajas es el disco más contemporáneo de su época. Generalmente cuando compongo hablo de mis procesos porque venía de unas depresiones violentas y no podía despegarme de hablar de mí. De repente, en este momento en que nos pretenden volver sujetos individuales y alejar unos de otros, sentí la necesidad de acercarme y encontrar ese sentimiento en común con lo que estamos viviendo todos como sociedad. Es una sensación de desamparo, de impotencia, de sentir que estamos yendo todo el tiempo para atrás.

–¿El título del álbum es una ironía por tu pase a Sony?
—Un poco sí. Pero es más una conclusión de todo el disco. Es preguntarse por qué hago todo esto, por qué tengo estas adicciones a fumar, a estar nerviosa todo el tiempo. Es un poco más genérico. Para quien trabajas aparece como una afirmación, no es una pregunta. Es una orden. Refleja la sensación de vivir sometida a algo que no elegimos. Te están diciendo “trabaja para mí”, es esta cosa de sentir siempre que estás haciendo algo y que toda tu vida está muy arrastrada por algo que no elegiste y que te está pasando y esto está coreografiado. Me parecía que ese tono era ideal para todo lo que iba a hablar después.
–¿Por qué tantas alusiones y referencias textuales a los ’80 y al rock argentino de esa época?
—En el mundo de sentidos que implica componer un disco y para hablar del presente argento, hubo algo inevitable en traer algo del sentir, de la melancolía de ciertos sonidos y producciones, un tipo de canciones que sí o sí tenían que estar referidas a algo más de acá, más nuestro. Yo consumí siempre rock anglosajón, de afuera, y en un momento me di cuenta de que, de ninguna manera el mayor rockero de Estados Unidos o Inglaterra me puede identificar tanto como lo hace el artista que menos me interpele de Argentina. Hay algo que nos pasa acá que sólo lo entendemos nosotros. Para hablar de estas cosas tan argentinas, tengo que situarme en mi país. Necesité hablar de todas estas referencias que, más allá de que yo no las escuchaba puntualmente o las ponía en el equipito de música, estaban todo el tiempo sonando alrededor y ya están en mi ADN y en el ADN argentino. Ser chica y escuchar “Susanita” de Los Redondos me recuerda a mi viejo; Fito Páez con su forma de cantar y sus melodías. Hay sonidos que se te meten adentro y podés empezar a retomar temas y no explicar tanto porque la sonoridad ya te ubica ahí.
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–¿Cuáles son esos referentes musicales locales?
—Obviamente Charly es el artista más completo, es el ídolo absoluto, es un héroe. Hizo cosas que las escucho hoy y no puedo creer. Es una obra muy completa, me escuché todos sus discos. Pubis angelical me encanta, es una ópera eterna que repite melodías. Charly es muy inspirador, sigue siendo fresco, lo cual no suele pasar mucho. Es muy difícil ser fresco toda tu carrera: me pasa con artistas que me gustan y que escucho algún disco y digo “se perdió”. Otro referente es Spinetta, además me mudé a Villa Urquiza y vivo a pocas cuadras de donde vivía, y empecé a conectar con muchas cosas de él. Me gusta que era muy de su barrio, de su familia y hablaba de eso, me encanta cómo se apropia de eso y no pretende ser nadie más. Sumo, la banda más rebelde, me vuelve loca con lo que escucho. Llegando los monos es un disco que me vuelve loca, tiene producción, efecto y tecnología muy ambiciosos para la época.
–En el video de “Autoestima”, la canción que alude a “Mejor no hablar de ciertas cosas” de Charly, cuando cantás “no quiero hablar de ellos” aparece una alusión al techo de la Casa Rosada en decadencia. ¿De quién no querés hablar?
–No te voy a decir (risas). No hablar de ellos es el propósito del álbum. Quiero hablar de los sentimientos que se generan y me ayudan a conectarme con los otros, con lo que se viene compartiendo como sociedad. Pero de ellos no quiero hablar más. «Mejor no hablar de ciertas cosas», decía Luca. No quiero hablar de los que hoy están en el poder porque son impresentables. No se merecen que hablemos tanto de ellos. Hasta pretenden dictar qué se habla y cómo se habla. Son banales, desinformados, ignorantes y crueles.

–En “Monstruos” decís “me paso la vida intentando escapar de los monstruos”. ¿A qué te referís? ¿Son monstruos personales o sociales?
—El tema tiene atmósfera de las películas de terror, particularmente de los ’80. “Monstruos” es uno de los últimos temas que compuse, nació semanas después de los tres crímenes de odio contra lesbianas. Habla de eso más que nada, del miedo, de la desprotección y de la falta total de justicia. No puedo creer que hoy ser lesbiana siga siendo un riesgo de vida. Que tengo que ver que nos hacen esas cosas y que encima no son noticia. Se desdibujan como meros crímenes. Parece increíble que aún tengamos que explicar que nos tienen que tratar como seres humanos. Siento que este último tiempo la sensación de desprotección fue más grande y transparente. Me pareció un buen cierre para el disco. Ya no hay espacio para el humor como en mis otros discos. Cuando nos matan, cuando se invisibilizan los crímenes de odio, no hay tiempo para el chiste.
–Hay poca visibilidad rockera lésbica erótica local. Desde Mujer contra mujer con Sandra y Celeste hubo que esperar hasta tu video “Amuleto” con Javiera Mena y “La cena” con María Rot. ¿Cómo se sigue militando la visibilidad lésbica después del discurso de Milei en Davos?
—Hoy la militancia de las lesbianas es decir “acá estamos, seguimos existiendo”. Simplemente existir y seguir teniendo un lugar en la escena y reclamarlo, me parece una militancia enorme. No soy estrictamente militante, pero en este tiempo no puedo hacerme la tonta.
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–¿Por qué, en tiempos en que la visibilidad lésbica es necesaria, decidiste que haya un sólo tema romántico, “Por siempre es un lugar”?
—Porque no estoy en esa ahora, no estuve muy disponible para el amor. No estoy muy libidinosa, estoy en otro momento de mi vida donde estoy más para otro tipo de afectos. Esto también es un clima de época: es una época de crueldad y por ende de poca líbido, poco proclive a la voluptuosidad y el erotismo. “Por siempre es un lugar” se lo compuse a la última mujer de la que me enamoré. Es como una advertencia, si se quiere, de que estoy rota. “Nunca tuve algo tan lindo para romper” es la declaración final: sos todo lo que siempre soñé y yo me doy cuenta que no estoy lista para esto, voy a romper esta flor.
Volver a los ’80… recargados
La base de “Demoliendo hoteles” de Charly y una referencia explícita a “Mejor no hablar de ciertas cosas” de Sumo, en “Autoestima”: sin dudas, el tema más potente y contundente de todo el disco a la hora de reflejar el actual contexto político y social argentino. La alusión satírica a Spinetta ya desde el título en “Bajan de día, de noche espero”. Sonidos charlygarciescos y sampleos de decenas de archivos ochenteros en “El gordo”. Una música y una atmósfera que remiten a películas de terror al estilo de la saga Martes 13 en “Monstruos”.
Desde la primera a la última canción, todo en Para quien trabajas vol. 1, el flamante y atrevido álbum de Marilina Bertoldi devuelve sonidos, impresiones y músicas del rock argentino de los años ’80. “Enciende los candiles que los brujos piensan en volver / a nublarnos el camino” cantaba Charly… “Se me va la vida deteniendo monstruos”, le responde Marilina en “Monstruos”, ahora que los brujos ya volvieron.
Tan solo la letra de «Por siempre es un lugar» deja un refugio para el amor (perdido) y un espacio para cierta voluptuosidad.
Después del sensual Mojigata, Bertoldi sorprende una vez más con un disco completamente disruptivo, profundamente político y que apela a la comunión social, a la a comunidad y a la conciencia colectiva para resistir a los monstruos que están en el poder y que la artista femenina y lesbiana prefiere no nombrar.

¿Cuándo?
Marilina Bertoldi presentará Para quién trabajás Vol. I el 8 de noviembre en el Estadio Malvinas Argentinas.
:::Adrián Melo::: Esta nota fue publicada originalmente por nuestro medio aliado Tiempo Argentino:::