miércoles, octubre 29

Cuando Lourdes somos todas

Cuando una de nosotras sufre, todas sentimos. La historia de Lourdes es también nuestra historia: un recordatorio de que la sororidad, la visibilidad y la solidaridad son armas poderosas contra la violencia, contra el silencio y ante un Estado ausente.

Lourdes Fernández no es sólo una cantante. Es una voz que marcó una época, la que acompañó a los Millennials en la adolescencia cuando Bandana irrumpió con su energía, sus letras y su fuerza femenina.
Una generación creció escuchándolas, cantando sus canciones frente al espejo, soñando con esa libertad que el conjunto encarnaba, mientras afuera, al caer el telón, se sobrevivía al estallido de una fe rota, la huida de un presidente en helicóptero y la rápida sucesión de tantos otros en poco tiempo, todo bajo un manto de cacerolas, represión y el eco de un solo grito que al unísono se hacía fuerte para mantener a todas de pie.

Por eso, cuando la imagen de Lourdes apareció en todos los medios se visibilizó lo silenciado y se sintió un nudo en la garganta. Su historia duele porque también es la de muchas: la de tantas que intentan salir de vínculos violentos, incluso cuando el mundo las ve sonrientes, talentosas, “exitosas”.
Lourdes creció, cambió, cayó y siempre intentó levantarse. Como tantas que siguen intentando hacerlo cada día.

El caso de Lourdes reaviva un reclamo que no se apaga: la violencia de género sigue siendo una emergencia que el Estado y la Justicia no atienden con la celeridad necesaria.
En lo que va del año, más de doscientas mujeres fueron asesinadas en Argentina. La mayoría por sus parejas o ex parejas. Los números continúan aumentando, las respuestas siguen sin llegar.

Fue su madre quien se acercó a la policía a exigir que hagan algo. Fue Lissa, su amiga, la que hizo su descargo ante la Justicia porque, como bien dijo, “prefiero una amiga enojada a una amiga muerta”. Fueron Virginia desde Mendoza y Valeria desde Miami quienes movieron sus contactos para dar con su amiga. Se sabe que son las redes feministas, las amigas, las vecinas las que sostienen a muchas. Pero no todas cuentan con esa contención, ni todas pueden hacerse escuchar como Lourdes.

Por eso va este texto, una nada en el mar de la violencia pero una negación eterna a acostumbrarnos a tan solo sobrevivir. De lo que se trata es de vivir, vivir sin miedo, sin silencios opresores, sin tener que agradecer la suerte de estar viva.

Es en red que se sobrevive, pues como dice una vieja canción de Bandana, es «así, siempre así, Vivir intentando».

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