miércoles, octubre 22

El Einstein: un “mundo libre” dentro de una Argentina de terror

Solo dos años le alcanzó para dejar su huella imborrable, el Café Einstein, sinónimo de vanguardia cultural, locura artística y mucho arte! arte! arte! Allá por 1982, Luca Prodan cantaba: “Sergio, Omar. Quiero dinero, quiero dinero, Helmut, Omar. Quiero dinero, quiero dinero. Helmut, Helmut. Quiero dinero, quiero dinero. ¿Sergio? Quiero. Quiero, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero, quiero…” Mientras la Argentina transitaba la guerra de Malvinas y todavía continuaba la dictadura cívico – eclesiástica – militar, pero en ese contexto tan lóbrego y nefasto del país, ¿Por qué Luca cantaba eso?, porque ese tema llamado “Quiero dinero”, que luego formó parte del disco debut de la banda “Corpiños en la madrugada” de 1983, estaba dedicado a Sergio Aisenstein, Omar Chabán y Helmut Sigger que fueron los fundadores del mítico Café Einstein. Y el motivo era porque según cuenta él mismo Aisenstein en su libro autobiográfico (Freakenstein una vida de novela (*¹) ): “Luca sabía que nosotros ganábamos muchísimo dinero, cosa que era totalmente cierta. Y él no iba a discutir ni hablar sobre un aumento ¡jamás! No es de noble inglés ni de tano bruto hacer eso. Él se plantó con Sumo y presentó una canción que era su pensamiento puro. La dedicó a nosotros: a Helmut, Omar y a mí.” 

Este espacio cultural ubicado en Av. Córdoba al 2500, esquina Pueyrredón, de la Capital Federal, un reducto del arte que marcó un antes y un después en la cultura argentina y fue el momento de la explosión de la new wave, allí en esa casona, en el primer piso empezaron a dar sus primeros pasos Sumo, Soda Stereo, Los Twist, y Los Violadores, aunque la banda emblemática de punk ya se había hecho conocer en otros lugares como fue el famoso recital en la Universidad de Belgrano en 1981 (Ler aquí).

Justamente, Los Twist, la banda liderada por Daniel Melingo, Pipo Cipolatti y en voz Fabiana Cantilo, no solamente dio sus primeros shows en el Einstein, sino que también ensayaban en la parte de atrás de la locación. Cipolatti fue el electricista del lugar y así lo recuerda este personaje del rock nacional: “Hice la instalación eléctrica y arreglé las lámparas de pie. Pinté los zócalos, mientras Omar Chabán, Daniel Melingo y otros pintaban el resto” y además el multifacético Hugo “Pipo” Cipolatti diseñó el primer volante para promocionarlo que decía ’Cene, baile y diviértase’.

Crédito: madhouse.com.ar

El Einstein abrió sus puertas mientras la sociedad argentina estaba en vilo por la guerra de Malvinas, cuenta la historia que la inauguración se llevó a cabo a mediados de mayo de 1982 y el 2 de de ese mismo mes, el crucero General Belgrano, el cual se encontraba en las islas Malvinas en medio del conflicto bélico con Gran Bretaña sufrió una ofensiva de un submarino británico, lo cual provocó su hundimiento y la muerte de 368 tripulantes. Sin embargo, además hay que decir que el 4 de mayo un misil de las tropas argentinas hundió al torpedero Sheffield.

Pero mientras este recinto que forjó a grandes artistas de nuestra cultura nacional abría un camino al arte, en el mundo también sucedian acontecimientos históricos, por ejemplo: en Portugal el 13 de mayo el papa Juan Pablo II era víctima de un nuevo atentado por parte del sacerdote católico español anticomunista Juan Fernández Krohn en el Santuario de Fátima que quiso acabar con su vida. En el mundo de la música, el 21 de mayo Queen lanzaba el álbum Hot Space, considerado por la crítica como el peor álbum de la discografía de la banda británica. Allá por el 23 de mayo en los cines del Reino Unido se estrenaba “The Wall”, la película musical de Pink Floyd y ya a principios de junio en el fútbol se realizaba la venta más cara en la historia del deporte cuando Diego Maradona era vendido desde Boca Juniors al FC Barcelona.

Ahora volvamos de lleno a las míticas noches del Einstein, uno de sus fundadores Sergio Aisenstein en su libro biográfico deja muy en claro lo que significó el café (*¹): “Marcó mi vida un antes y un después. Fue un éxito demasiado tremendo; todavía hoy no puedo bajar”. Los que tuvieron la oportunidad de pisar ese reducto de culto, vanguardista de los 80’, al llegar a Av. Córdoba 2547 se encontraban con una casona con el frente pintado de rojo y luego debían subir al primer piso por una escalera caracol, ya ubicado dentro del espacio se veían las paredes pintadas en colores fluorescentes y celestes, las mesas y las sillas ninguna eran iguales entre sí y las mismas fueron compradas de un cotolengo. El escenario estaba en un vértice, muy bajito y su visión estaba interferida por columnas que molestaban para disfrutar con comodidad los artistas que daban sus shows.

También los baños tenían la particularidad que solo tuvieron las puertas la noche de la inauguración, en la cual fueron destruidas y luego ya quedaron así. Pero nademos en la locura que se vivía en el Einstein, relatada por Aisenstein (*¹): “Una noche Omar (Chabán) echó al jefe de una banda pesada del Oeste que se movilizaban en motos. Le dijo: ‘Vos te hacés el pesado y seguro sos un nene de papá’. El tipo cuando se fue le respondió: ‘Voy a buscar algo que no tiene vuelta’.

Junto con Luca (Prodan) y Helmut lo escondimos en uno de los cuartos del fondo en el primer piso. Omar temblaba y guardaba bajo sus ropas un cuchillo de cocina.

A los quince minutos se escucharon los rugidos de por lo menos diez motos de grandes cilindradas. Subieron las escaleras apurados, como empujados por el diablo y las drogas. Eran botas pesadas y gritos en busca de sangre.

Entró el tipo al que Omar había echado. Sacó un largo cuchillo parecido a una bayoneta corta, tenía una inscripción: la palabra “Madre” en dorado. Tomó del cuello a Rosalía , una de las mozas del Einstein. Le puso esa enormidad mortal en el cuello y le dijo: ‘Si no me decís dónde está el turco te sumo a mis muertos’. Y señalándonos a todos nosotros gritó: ‘¡Y el que se mete lo paso a degüello! Para mí es un lujo’.

El resto, con cadenas y bates de béisbol, guardaba su espalda. […]

Luca estaba borracho, no podía controlarse. No sé cómo la cosas se sucedieron tan rápidamente, pero el pelado se tiró sobre uno de los tipos y le arrebató un bate. Yo salté sobre la barra y comencé a repartir patadas en la cabeza de los otros que secundaban al asesino. […]

Ahí entró la policía […] Todo fue una tremenda confusión, en donde los cuchillos y las botas cruzaban las cabezas de todos nosotros. Uno de ellos lo descubrió a Omar escondido debajo de los trapos de escenografía. Le lanzaban cuchillazos en la oscuridad y solo se escuchaba la voz de él que decía: ‘ Negro de mierda, negro de mierda’.

Fue un caos. Todo terminó a la media hora, con gente por el suelo. La cabeza de Luca y su cuello estaban sangrando. De una de mis manos me colgaba un dedo. Salimos corriendo, los taxis no querían pararnos. Alguien se apiadó y nos llevó al Hospital San Martín”. […]

En la época que el Einstein estaba abierto, Sergio Aisenstein estaba de novio con Sissi Hasen, que con el pasó de los años dejó su marca en el underground como cantante, ella ahí hacía expresiones artísticas punk con elementos teatrales junto a Stuka y Geniol y recuerda cómo surgió la idea de abrir un lugar así: “Fue una idea de Omar Chabán con Sergio. Omar había ido a Alemania y vino con la noticia de que le encantaban los cabarets de Alemania y que quería poner uno. Yo en ese momento era novia de Sergio. Entonces nos reunimos una vez en un café y empezaron a hablar de alquilar un lugar. Cuando funcionó fue en plena dictadura militar y ahí trabajábamos todos detrás de la barra. Junto con Sergio, nosotros recibíamos todas las bebidas a la tarde y arreglábamos todo para la noche. Yo me dedicaba a servir las bebidas y a preparar los tragos. Había noches con 500 personas porque tocaba Sumo y muchísimas bandas más”.

Ese bar, pero que era mucho más que eso, se convirtió en un icónico ambiente del underground porteño, en el cuál se emanaba el arte en muchas expresiones y como expresó el director de cine David Cronenberg: “Cuando estoy haciendo arte, no tengo absolutamente responsabilidad social alguna. Es como soñar”, los artistas que se presentaban en el lugar, músicos, artistas plásticos, actores de teatro tenían la oportunidad de expresarse artísticamente como quisieran y eso si que era un acto de total rebeldía en un país donde aún bajo las órdenes militares la censura estaba a la orden del día. Por eso también en el café era algo cotidiano las razzias policiales que se llevaban a cabo todas las noches en las que estaba abierto. Sissi recuerda lo que vivía en esos momentos: “Vivíamos noches oscuras, pero creo que eso nos hizo bien, nos salvó porque era como un pequeño refugio cultural que teníamos para expresarnos. Y también por alguna magia que se dio. Nos juntamos todos allí porque fueron apareciendo todos los artistas que hoy en día son famosos.

De hecho, teníamos la ventana cerrada que daba a la calle tapada. Pero venían todas las noches estos señores, tipo detectives SWAT a llevarnos. Íbamos 150 personas a la comisaría. Ellos tenían todo en un libro asentado de cada persona que iba allí, por ejemplo iba Federico Peralta Ramos. Marta Minujín, Horacio Fontova, Los Violadores, Los Laxantes, Sumo, Daniel Melero, Fabiana Cantilo, Andrés Calamaro. Era reunirnos y solamente hacer arte y no pensar en nada, porque afuera estaba todo muy feo”.

:::Pablo Punkista para ANRed:::

Crédito: https://es.wikipedia.org

Claramente en esa época fue “una cueva vanguardista”, estando ahí era una forma de revelarte ante el panorama lúgubre que vivía el país y así lo sentía y lo describe Hansen: “Yo describo más al Café Einstein tipo cabaret como fue en los años 20 en Alemania, que en realidad todo viene de ahí ¿no? de cuando estaban en plenas guerras y nosotros también estábamos en una guerra ahí adentro. El cabaret tiene siempre música, danza, poesía, performance teatrales. Katja Alemann hacía sus performance (bailaba un tango erotico). Entonces era como una forma de sátira política y de crítica social que uno estaba también haciendo y refugiándose en un lugar así, tipo me rebelo contra este sistema que evidentemente no me gusta y quiero que se vaya.”

Sissi no solo formó parte de la historia del Einstein, sino que además Omar le pidió que hiciera un documental que hablará del café, el mismo ya es una realidad y se llama “Charlas de café. Historias de noches desveladas” y se encuentra disponible en Youtube . La idea surgió cuando ella visitaba a Chaban Charlas de café. Historias de noches desveladas. en su casa que estaba con prisión domiciliaria: “Yo iba mucho a la casa de Omar cuando él ya estaba enfermo en la cárcel y lo dejaron salir con prisión domiciliaria. En un momento me dijo ‘¿por qué no haces un libro?’ Porque esto iba a ser un libro que no se pudo hacer y me dijo hacé un documental o un libro, deja alguna evidencia de esto. Entonces empecé a hacer reportajes como pude. No es un documental muy bien filmado como lo haría un director. Fuimos con José Francisco Caballero (periodista) a hacer los reportajes a las casas de algunos artistas. Otros vinieron a mi casa y con mi cámara Nikon filmaba mientras José les hacía el reportaje y luego conocí a Leandro Di Marco, que lo editó con todas las escenas que yo filmé con los artistas y de esa manera quedó hecho el documental”.

El filósofo francés Michel Foucault decía que lo “normal” no es una verdad natural, en cambio es una construcción social impuesta por el poder para controlar y clasificar a los individuos, por eso el concepto filosófico del arte expresa que el arte es un fin en sí mismo, sin necesidad de servir a propósitos morales, políticos o sociales. Por eso las noches en el Einstein te llevaban a un mundo que rompía lo “normal” y lo establecido, (²) como el día que un muchacho llamado Avar llevó a cabo un show con ataúdes blancos de niños, mientras a todo volumen sonaba la música de Richard Wagner, le daba hachazos a los cajones y ¿qué había dentro ellos?… gallinas muertas en estado de putrefacción y a cada golpe de la hacha el lugar se iba llenando de gusanos y el olor nauseabundo iba deglutiendo el ambiente. Los concurrentes salieron hacia el patio, mientras se hacía presente la policía que había vallado la salida con colectivos y como cada noche se quería llevar a todos detenidos. Avar luego lo internaron en un manicomio.

También cuenta la historia a través de Omar Chabán que al Einstein iban los psicólogos (*²): “Parece que algunos tipos que estaban en loqueros le hablaban del Einstein a los psicoanalistas. Entonces venían los psicoanalistas a ver el lugar, el lugar que los volvía locos”.

Indudablemente el Café Einstein quedó perpetuado como una huella gigante para la cultura, por las bandas que nacieron en su humilde escenario, pero lleno de energía creativa, y en todo esa atmósfera que se llenaba de artistas que te abofeteaba con su arte en un momento del país sin libertades y ahí al menos en una noche te chocabas con la “libertad”. Sin embargo, paradójicamente el lugar lo cerraron en 1984 cuando ya había vuelto la democracia a la Argentina, por orden del ministro del Interior Antonio Tróccoli, que sus hijos solían ir al lugar.

(*¹) Extracto del libro: «Freakenstein un vida de novela» de Sergio Aisenstein, Grupo Edición Planeta, 2016 (*²) Extracto del libro: «Corazones en Llamas» de Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz, editorial Clarín/Aguilar U.T.E – Los testimonios de Pipo Cipolatti y Sissi Hasen se obtuvieron mediante charlas por Whatsapp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *