sábado, junio 14

Emmanuelle Bayamack-Tam: “Mis personajes son como electrones libres, cuestionan la biología”

Emmanuelle Bayamack-Tam construye desde la ficción y el humor una trinchera contra la intolerancia. Entrevistamos a la escritora francesa celebrada por Paul Preciado. Por qué sus personajes hacen explotar el binarismo de género y proponen un deseo posible para todxs.

Una protagonista intersex, Farrah, que va cambiando de escenario, familia e historia según la novela; otra protagonista, Sharon, de una belleza gorda y color indefinido, también se va transformando según los libros. Los personajes de la escritora francesa Emmanuelle Bayamack-Tam conforman una cofradía mutante, suerte de X-men sin superpoderes pero con el deseo e identidades queer como brújulas que apuntan a la libertad, concepto hoy secuestrado por la ultraderecha. 

Bayamack-Tam es una autora que fue diseñando un proyecto literario entre la autoconciencia y el delirio, plagado de referencias literarias (citas y pasajes de autores como Flaubert, Proust y Nerval inundan sus novelas) en medio de escenarios donde la imaginación política lleva la delantera. Así como sus personajes hacen explotar el binarismo de género, sus obras atraviesan varios géneros – novela milenarista, teatro, poesía, crónica- y aparecen también escritas bajo el nombre Rebecca Lighieri, seudónimo que adoptó para publicar novelas pensadas para el gran público. 

En su paso por Buenos Aires, donde presentó sus novelas traducidas “La decimotercera hora” (Premio Médicis 2022) y “Arcadia” (Premio del Livro Inter, 2019), publicadas por la editorial Cuenco De Plata y celebradas por colegas como Paul Preciado, conversó con Agencia Presentes sobre la elección su universo creativo, el uso del humor y la imaginación como gesto político. 

– ¿Por qué el tema de la identidad de género aparece en el centro de su obra?

– Esto viene desde siempre. La primera novela que escribí, en 1996, fue sobre un chico que se sentía chica. En Francia había mucho retraso en estudios de género y yo no sabía qué era la disforia de género, por ejemplo, ni tenía mucha idea sobre identidades trans. Llegué a ese tema por cuestiones personales que prefiero no hacer públicas. Desde mi infancia siento hasta qué punto las personas somos fluidas. Cuando empecé a escribir aparecieron mis personajes, que son como electrones libres: ni hombre ni mujer, ni negros ni blancos, con el deseo fluido también, eso me permite cuestionar todo lo que gira en torno a la biología. Luego de esa primera novela en los ‘90 escribí otra, “La princesse de.” (La princesa de.). Sucede en un cabaret entre personas trans y transformistas. Fueron libros que se leyeron muy poco. Creo que mi escritura se fue politizando de a poco, al principio no eran personajes situados. Pero no escribo panfletos ni ensayos, me paro en la ficción y en la poesía. Creo que serían libros banales si no dialogaran con lo social. 

– ¿Qué le aporta el recurso del humor?

– Me di cuenta de que los autores que más me gustan son muy graciosos: Kafka, Becket, Proust, incluso Virginia Woolf tiene momentos de mucho humor e ironía. Para mí es absolutamente indispensable. El espíritu serio me es extraño, lo que escribo suele ser sátira. Me gusta la mezcla de registros: a veces el horror, a veces la gracia, a veces el tono más político. 

– Sus novelas proponen utopías o al menos mundos donde lo que hoy se rechaza aparece como normalizado. ¿Cree que la literatura puede generar algún tipo de cambio en las sociedades? 

– Me gustaría creer en eso. Tener acceso a la literatura, a la poesía, ayuda. Ver otras representaciones del mundo, ayuda, pero lamentablemente muy pocos accedemos. La literatura puede consolar, es una evasión, pero para una porción ínfima de la población. Cada tanto doy talleres en cárceles y he visto el impacto de la literatura en algunas personas, pero tampoco es que les cambie la vida o la visión del mundo. 

– ¿La han cuestionado desde el activismo de la diversidad por meterse con estas temáticas sin ser LGTB?

– Yo no hago panfletos ni escribo en lugar de. Escribo ficciones donde mis personajes no se pueden encasillar demasiado; algunos son trans, otrxs intersex, otros tienen identidades de género fluidas. En Francia nunca me han cuestionado por esto, al revés, creo que me ven como una aliada. Y en esta época se necesita más que nunca aliados, son tiempos muy duros. Incluso nuestro presidente Macron ha ironizado de forma oportunista sobre las personas trans, y ni hablar los discursos antimigratorios y el racismo que se vive día a día y cada vez peor. Por otro lado, la naturaleza de la escritura de ficción es la de meterse en en mundos ajenos, fluir, no caer en binarismos. 

– En periodismo también está pasando: es como si sólo se pudiera escribir sobre la identidad que habitamos o los temas que nos afectan personalmente. 

– Creo que es realmente un problema esa visión, achica mucho el mundo y, sobre todo, la curiosidad y la sensibilidad. 

«Sería bueno nos enseñaran que el deseo es posible para todos y todas«

– La religión tiene un lugar especial en su obra. En “La decimotercera hora” directamente creó una iglesia conformada por todas las identidades rechazadas o disidentes, donde en lugar de la Biblia se recitan poemas de Nerval. ¿Por qué aparece esto con tanta fuerza?

– Me interesa mucho el cristianismo y el catolicismo en particular, creo que hay un material poético extraordinario allí. Además me pregunto cómo pasamos de un mensaje crítico casi comunista y queer a estas religiones excluyentes y patriarcales de hoy. Jesús tenía una relación sexoafectiva con Juan, tomaban psicotrópicos en el desierto, lo más posible es que fueran de tez muy oscura, y esa comunidad tan diversa y amiga de las personas marginales derivó en algo muy sectario. Cristo es representado como rubio de ojos celestes, otra ficción. En la “La decimotercera hora” además me interesó explorar qué se puede construir desde la espiritualidad. No queremos vivir en una sociedad prosaica, mercantil, donde todo lo que importa es el dinero. ¿Qué nos eleva, qué nos transforma?

– Además de las identidades fluidas sus personajes desean desde cuerpos no hegemónicos y desde la vejez. 

– Me gusta la creación de mitos, de arquetipos y metamorfosis que puedan servir para que la gente se identifique. Personajes que pueden considerarse monstruos por afuera y cuerpos que no entran en los parámetros hegemónicos. ¿Qué pasa con quienes quedan afuera de esos parámetros? Por cierto, son la mayoría. Mi idea es que todos los cuerpos son deseables y un personaje como Arcadia justamente viene a decir eso: le gustan las personas de todas las edades, de todos los géneros, no hay límites. En lugar de machacarnos con el tema de las arrugas, los pelos, sería bueno que desde la infancia nos enseñaran que el deseo es posible para todos y todas. Para mi eso es un tema literario y un tema político. 

:::Ana Fornaro / María Eugenia Ludueña:::

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