En Florencio Varela, el hospital público más importante del distrito se volvió el espejo de una contradicción: sectores de atención ejemplar y otros desbordados por la espera, la falta de médicos o el maltrato. Las palabras son de los vecinos. La realidad, también.
“Maternidad y Neo un 10 de 10; luego guardia y consultorios, un desastre.” La frase, escrita por Ka Alegre en el posteo de El Vespertino, resume el pulso de un debate que no se detiene en Florencio Varela: cómo puede convivir la excelencia de algunos servicios con la frustración cotidiana de tantos pacientes.
El Hospital Mi Pueblo, el principal centro de salud pública del distrito, concentra miles de atenciones al año. También, miles de esperas.
La espera como diagnóstico
“Con crisis de asma, sin poder respirar casi, me tuvieron seis horas en la guardia…”, contó Walter Rodríguez. “Estuve seis horas en guardia pediátrica y no obtuve respuesta del diagnóstico”, agregó Lucena Lucía.
Otros comentarios repiten la escena: pasillos llenos, pacientes agotados, personal insuficiente. “No hay médicos, o si hay, atienden cuando quieren. Demoras de más de cinco horas”, se lamentó Andrea Rodríguez.
El cansancio no solo se mide en tiempo: “Llevo tres años esperando una operación de vesícula… todavía están atrasados con las operaciones de la pandemia”, relató Lorena Lore.
Los relatos confluyen en un mismo punto: la guardia, en vez de ser la primera línea de contención, se convirtió para muchos en un lugar de resignación.
Excelencia que resiste
Mientras tanto, en Maternidad y Neonatología —los servicios más elogiados— los testimonios cambian de tono. “En maternidad excelente la atención que tuvo mi hija, pude estar con ella en todo momento. Mi nieto quedó en Neo y fue excelente la atención”, escribió Mely Fernández.
Jennifer Tapia lo dijo con crudeza: “Neo y maternidad un lujo; el resto, un 0.”
Incluso quienes critican duramente al hospital reconocen la entrega del personal en esas áreas. “Fui a tener mis dos hijas y me atendieron como una reina. Pero la guardia colapsa, atienden lentos, los sanitarios están rotos”, relató Elizabeth Rossana.
Ese contraste —entre un área modelo y un resto colapsado— es el núcleo del malestar.
Desigualdad en la atención
Una idea parece repetirse entre varios testimonios: el acceso podría no ser igual para todos.
“Si sos amigo o pariente de algún administrativo te hacen estudios al toque”, comentó Joni Hernández. “Vallan y digan que son amigos de algún político y te atienden”, ironizó Silvia Valenzuela.
De acuerdo con esas percepciones, los vínculos personales podrían influir en la rapidez de la atención, una sospecha que —de ser cierta— alimentaría la desconfianza entre los pacientes.
“Habría que auditar la atención a fondo; parecen trabajar dos de cinco. El horario es a las ocho, pero arrancan 8:20, hasta que preparan el mate”, expresó Guillermo Barroso.
El trato también duele
El malestar no siempre se origina en la falta de médicos. A veces, en cómo se trata a quien espera.
“Cambiaría el trato de las secretarias recepcionistas hacia los adultos mayores. Que haya educación y respeto”, pidió Amalia Cáceres.
Lorena Amarilla coincidió: “Cambiaría a las administrativas que piensan que por dar un turno son presidentes de la Nación.”
En un hospital público, la ventanilla suele ser el primer umbral del sistema. Si esa puerta se percibe hostil, todo lo demás se tiñe de desconfianza.
La infraestructura, otro síntoma
Los relatos sobre la limpieza y el estado edilicio son casi unánimes.
“Baños destruidos, no hay turnos, 50 para pediatría y dan 10 números”, dijo Manuel Meza.
“Los baños son un asco, tienen que haber más personal de limpieza”, reclamó Mica Centurión.
“El hospital Mi Pueblo es un asco en todo sentido. Se te cagan de risa en la cara, te hacen esperar horas”, escribió Diego Segovia.
Mientras tanto, otros destacan que el problema excede al edificio: “Tienen que hacer otro hospital, porque les quedó chico para la cantidad de gente que hay en Varela”, resumió Manuel Meza.
Más allá del Mi Pueblo
Las quejas también alcanzan a otros niveles del sistema público de salud del distrito.
“La salud pública está cada vez peor, ni hablar en las salitas”, expresó Naancyy Gómez, quien terminó llevando a su hija al Garrahan.
Claudia Ficalora coincidió: “Desastrosa, no tenemos nada. Muchos CAPs pero sin médicos. Los que hay, colapsan.”
Algunos vecinos directamente eligen atenderse fuera del partido:
“Vivo hace 14 años en Varela y no conozco el hospital. Me manejo en hospitales de Capital, saco turno por teléfono y me atienden”, contó Eliana Bntz.
“Mi experiencia: ir directo al Argerich. Lo amaré por siempre”, escribió Cirse Cirse.
La salud como espejo
El Hospital Mi Pueblo es más que un edificio: es el reflejo de un Estado que, en su intento de garantizar derechos, enfrenta los límites de su propia estructura. Allí donde algunos encuentran dedicación, otros ven abandono.
Y mientras en Neonatología siguen naciendo bebés con atención de excelencia, en la guardia otros vecinos siguen midiendo su fe por horas de espera.
Porque, como escribió una vecina, “en Neo un 10 de 10; el resto, un desastre”.
Y en esa contradicción, late el verdadero diagnóstico de la salud pública en Florencio Varela.
Sobre esta publicación
La presente nota se construye a partir de comentarios públicos realizados por vecinos y vecinas de Florencio Varela en respuesta a un posteo publicado por El Vespertino en sus redes sociales, que decía:
“La salud pública en Varela. Turnos que tardan, guardias colapsadas, profesionales que hacen lo imposible. 💬 ¿Cómo es tu experiencia con el sistema público de salud en el distrito? ¿Recibís buena atención? ¿Qué cambiarías primero? Contanos tu testimonio y ayudá a visibilizar lo que pasa.”
Las opiniones citadas corresponden a los usuarios que participaron de esa convocatoria y fueron tomadas como testimonios directos, representativos de percepciones ciudadanas sobre el sistema público de salud. La información se presenta respetando su carácter testimonial y contrastándola con el contexto general del distrito, con el objetivo de reflejar de manera fiel cómo la comunidad experimenta y evalúa la atención sanitaria local.
