En las vísperas de Navidad, el 23 de diciembre de 1975 se produjo la mayor acción guerrillera de Argentina. Fue protagonizada por el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y conocida como la batalla de Monte Chingolo, tanto por el enorme despliegue de combatientes como por la escala y duración de los enfrentamientos. El objetivo principal era retrasar el golpe militar que se avecinaba y retomar la ofensiva política en un contexto de creciente ajuste y represión. Daniel de Santis era integrante del Comité Central del PRT y ese día participó como combatiente. En las puertas de lo que supo ser el Batallón de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”, ubicado en la zona sur del conurbano bonaerense, conversamos con él acerca de este hito en la lucha de clases del país, del que se cumplen 50 años.
Teniendo en cuenta que ese día tuviste la posibilidad de participar, ¿cómo viviste esa acción y qué implicó la batalla de Monte Chingolo?
¿Cómo lo vivimos? Como lo vivíamos todo: como una cosa normal, porque el partido había decidido realizar esta acción que se transformó en lo que se conoce hoy como batalla de Monte Chingolo. Y bueno, fuimos a combatir, como una cosa natural, no era un día distinto, era un día más. Fuimos e hicimos lo que teníamos que hacer. El Ejército Revolucionario del Pueblo empeñó en la batalla al Batallón José de San Martín, integrado por todas las compañías de Buenos Aires y reforzadas por combatientes y oficiales de otros lugares del país. Al frente de la acción estuvo el capitán del ERP Benito Urteaga, que reemplazaba al comandante Juan Eliseo Ledesma, jefe del Estado Mayor de ERP, quien había sido secuestrado a principios de diciembre. El batallón se organizó en dos compañías: una compañía de asalto de 73 combatientes y oficiales, a cuyo mando estaba el capitán del ERP Abigail Attademo; y la otra compañía, de casi 200 combatientes, al mando de Hugo Alfredo Irurzún, que había bajado del monte tucumano para reponerse de una herida, y que reemplazaba al capitán Jorge Arreche, que había sido secuestrado junto con el compañero José Oscar Pinto el día 18 de diciembre. Tanto los 74 compañeros que entraron al cuartel, como los casi 200 que combatieron en la periferia, mostraron un extraordinario valor y un gran arrojo, emulando al Regimiento de Granaderos del General San Martín, de ahí el nombre del Batallón.Después, con el resultado, quedó claro que la acción estaba delatada. La cantidad de compañeros que murieron en el combate fueron 56, aunque hay que contar por lo menos 10 compañeros más, porque suele haber un criterio muy estrecho de lo que es una batalla. En realidad la batalla comenzó como mínimo el 7 de diciembre, cuando fueron secuestrados el compañero que estaba a cargo de la planificación, que era el jefe del Estado Mayor del ERP, el comandante Juan Eliseo Ledesma, y los compañeros que integraban con él el Estado Mayor. Y como comenté, después también fue secuestrado en función de la misma acción el capitán Jorge Arreche, el día 18, que era el que dirigía todas las acciones de afuera, y el sargento Pinto, quienes iban transportando un cargamento de armas. Es decir que además de los 56, tuvimos por lo menos 10 compañeros más caídos en la batalla.
En cuanto a la batalla del 23 de diciembre en sí, que involucró un enorme despliegue de fuerzas en términos de logística y de organización, ¿por qué se decidió realizar y qué supuso a nivel politico-militar?
Por un lado hay que decir que se correspondía con la situación política, vino el golpe tres meses después, o sea que eso es inocultable. Nos teníamos que preparar para enfrentar el golpe, tanto en forma logística, las armas, como políticamente. Había que darle un golpe al enemigo para debilitarlo antes que él diera el golpe. Así que la acción se correspondía con la experiencia de siete años de combate del ERP y con la capacidad militar y la experiencia que nosotros teníamos. Haber votado el asalto al cuartel de Monte Chingolo fue una decisión 100 % correcta.Otra cosa es si se debió hacer con los datos de inteligencia que se tenían, sobre todo los últimos días antes de la acción. Como dice el propio Boletín Interno Número 97 del PRT del día 27 de diciembre: fue un grave error haber realizado la acción con los datos de inteligencia que se tenían, no habría que haberlo hecho. Esto no lo digo yo hoy, sino que fue dicho ese 27 de diciembre por la comandancia del ERP y dirección del Partido.
Hay mucho debate en torno a por qué se produjo tamaña derrota, si fue una derrota militar y al mismo tiempo política, si fue militar pero que es preciso diferenciar en términos políticos, si cabe poner el foco exclusivamente en el “Oso” Ranier como infiltrado que delató la operación, o hay algo más amplio que contemplar para entender su desenlace. ¿Cuál es tu balance hoy, hablando específicamente del intento de asalto del Batallón de Monte Chingolo?
Yo creo que la cuestión del infiltrado que pasó la información fue decisiva, porque las acciones que hacíamos nosotros se sustentaban en la sorpresa. Cómo hacemos para que una fuerza irregular con 250 combatientes pueda enfrentarse con un enemigo asentado en el terreno, que tenía 100 combatientes pero que además contaba con 6.000 combatientes, soldados y oficiales, que rodeaban a poca distancia el cuartel. Entonces la sorpresa lograba evitar que el enemigo movilizara todas sus fuerzas, y que solamente se tuviera que defender con las que estaban ubicadas en el lugar. Hoy estaba leyendo una nota de Eduardo Anguita y Daniel Cecchini, donde el jefe de la unidad sale a decir que en realidad lo dejaron solo y que él combatió sin apoyo alguno. No fue así, a mí me tocó estar en el Puente 12, en el Camino de Cintura, cortamos el Puente a las siete de la tarde, y cinco minutos después pasaban dos compañías con un jeep, tres carrier, cinco camiones llenos de soldados. Dos compañías completas en cinco minutos no se movilizan, se movilizaron porque estaban alertados, o sea que la alerta que dio Ranier fue decisiva.
Hay lecturas que plantean que la derrota o fracaso de Monte Chingolo implica un quiebre en términos de una coyuntura signada por un reflujo de masas, y que, por el contexto del que se venía en 1975, del “Rodrigazo”, las coordinadoras interfabriles y la movilización que llega a desbordar a la burocracia, no podía ser percibido por la militancia. ¿Considerás que Monte Chingolo es un parteaguas que acompaña e incluso exacerba ese reflujo y posterior derrota?
Claro que sí influyó en el reflujo, porque el reflujo no es algo que empieza un día, por ejemplo el 3 de enero, por decir una fecha. No, el reflujo se empezó a acumular porque después del Cordobazo la clase obrera llevaba seis, siete años a la ofensiva y no había podido movilizar a los sectores intermedios, aunque la clase obrera sí estaba movilizada. Pero en el sentido general Monte Chingolo no fue un parteaguas, fue una seria derrota táctica, pero no una derrota estratégica. ¿Por qué? Porque la estructura política y militar del partido y del ERP se mantuvieron. Nosotros perdimos 66 compañeros, muchos oficiales, fue un golpe durísimo, pero nos pudimos reponer y la estructura siguió funcionando. ¿Teníamos menos armas? Sí, teníamos menos armas, pero nosotros iniciamos el combate con nada, ni con un matagato, incluso las primeras acciones las hacíamos desarmados. O sea que la guerra del pueblo responde a condiciones distintas que una guerra regular.La derrota grande fue política y militar, pero sobre todo política, porque cuando se da el golpe el 24 de marzo, nosotros lanzamos la consigna “Argentinos: ¡a las armas!”. Como expresó Santucho dos meses y medio después, ese fue un error de apreciación táctica, cosa con la que yo estoy de acuerdo. Cuando dos meses y medio después, el 9 de junio, Santucho corrige la línea, dice “Con fuerza hacia las masas”, ese es el título de la editorial. ¿Qué pasó? No es fácil parar un partido que se había fundado en la ofensiva, que había ganado grandes batallas, poder replegarse. Y esa dificultad se vio agravada porque hubo parte de la dirección del partido que no aceptó esa línea. Esto lo tenemos que identificar con el que quedó después como secretario general, Luis Mattini, que tenía una posición triunfalista: “vamos empatando, vamos perdiendo por poco”, decía. Nosotros dijimos “nos derrotaron”, hay que replegar la organización. Es decir que el error de apreciación táctica, como lo caracterizó Santucho, se convirtió en estratégico, no por las cuestiones “ideológicas” tal como dice Mattini, sino por la política triunfalista de ese sector de la dirección. Además, se contabiliza en muertos, desaparecidos e infraestructura. Nosotros hasta el día del golpe teníamos 107 muertos, 249 desaparecidos, 650 presos, y a partir de “Argentinos: ¡a las armas!” y sobre todo a partir de no haber replegado la organización, como planteaba el Boletín Interno del 9 de julio, tuvimos la caída de 2.500 compañeros. Tenemos los nombres y apellidos, no es un número al azar, hay un balance que hemos hecho, parte hicimos nosotros, parte han hecho otros compañeros: alrededor de 2.500 muertos y desaparecidos.
Entre esos compañeros y compañeras está Mario Roberto Santucho, a quien muchas veces se lo ve solo como un comandante del ERP, aunque también produjo teoría, reflexionó y analizó la realidad como marxista. Vos compilaste incluso los escritos de Santucho en un libro. En junio de 2026 se están cumpliendo 50 años justamente de su caída en combate y posterior desaparición. ¿Por qué rescatar esos textos?
A ese conjunto de escritos lo llamamos antología, porque no son las obras completas. Ahora justamente la estamos reimprimiendo. De lo que hay está todo lo importante y por eso se titula Mario Roberto Santucho, sus editoriales y escritos estratégicos (Ediciones Nuestra América). ¿Y por qué invertimos el orden cronológico en el título? Porque los izquierdistas se quedan con los escritos estratégicos que dan un amplio margen para tomar para distintas direcciones, y no se estudian los editoriales, los escritos de la acción política que le dan vida y dirección a esos escritos estratégicos. Sus noventa editoriales, así como Poder burgués y poder revolucionario, son la vida política de Mario Santucho.
¿Y cuáles son los grandes aportes que brinda para pensar en un marxismo estratégico?
Lo dijo Lenin, el análisis concreto de la situación concreta. Yo en ese libro hago un estudio preliminar donde me basé en eso. ¿Qué hizo Santucho en cada uno de los virajes políticos de los años que van desde el 64-65 hasta que muere? A cada viraje político él le dio una respuesta: primero la fundación del partido en el 65, en el 68 una estrategia revolucionaria, en el 70 la fundación del ERP para darle encarnadura organizativa y de combate a esa línea política. Cuando viene el Gran Acuerdo Nacional, del anuncio sale la línea de los Comités de base y más tarde la política de Frente Antiimperialista y por el Socialismo. Después el enfrentamiento con el peronismo, que nosotros ampliamos ese enfrentamiento no sólo en el terreno de la lucha reivindicativa sino también en el terreno de la lucha política y militar, que Santucho aceptó yo creo que “rompiendo las escrituras”, como decimos en el libro. Cuando Cámpora pide la tregua, nosotros respondimos con la “Respuesta al presidente Cámpora” y dijimos “¡Ninguna tregua al ejército opresor! ¡Ninguna tregua a las empresas explotadoras!”, y fue correcto. El gran error del 73 no lo cometió Santucho en el PRT con la respuesta “¡Ninguna tregua!”, sino que lo cometió sobre todo las FAR y Montoneros, pero digo sobre todo las FAR porque eran de formación marxista y quedaron anclados en la concepción política comunista de la revolución en etapas, por eso apoyaron la propuesta burguesa que tenía su ala progresista, pero que estaba hegemonizada por los sectores burgueses más recalcitrantes de la Argentina.
Cuando participaste en la batalla de Monte Chingolo tenías 27 años. Eras muy joven, como buena parte de quienes combatieron, cayeron o fueron desaparecidos allí. ¿Qué le dirías a las y los jóvenes de hoy en un mundo muy distinto y muy parecido en algunos aspectos respecto de aquel de 1975? ¿Qué rescatar y revitalizar como enseñanza para las nuevas generaciones y el contexto de lucha que vivimos en Latinoamérica y a nivel global?
La base es la concepción de la solidaridad. Si no hay solidaridad humana -mirá de dónde empiezo- solidaridad humana, después solidaridad de clase, solidaridad de principios, no se puede hacer nada. Bueno, por lo menos se pueden hacer otras cosas, pero para hacer cosas buenas hay que basarse en la solidaridad. Y eso estaba instalado en aquellos años. Yo me di cuenta hace un tiempo: ibas al combate y no te preguntabas si el que estaba al lado tuyo te iba a traicionar o no. Sabías que no te iba a traicionar. Había solidaridad y había confianza. Entonces esas son cuestiones básicas para dar el primer paso a organizarse para luchar contra el enemigo. Y al que le interese un poco más, que busque: nosotros hemos publicado 10 libros con la historia del PRT, que busquen la historia verdadera del PRT y su acción en la lucha de clases en la Argentina.

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