martes, diciembre 16

Reclaman cambio de carátula por alevosía y violencia vicaria en el crimen de Cristian Eleazar Gómez Núñez

Aunque el expediente aún está caratulado como homicidio simple —una figura que suele aplicarse de manera provisoria en las primeras etapas—, la familia de Cristian Eleazar Gómez Núñez reclama una recalificación. Sostienen que el crimen fue premeditado, sorpresivo y cometido con alevosía, en un contexto de violencia de género y violencia vicaria.

El asesinato de Cristian Eleazar Gómez Núñez, de 32 años, ocurrido el lunes 8 de diciembre en la calle Miguel Cané, entre la avenida Luján y Martín Coronado, continúa bajo investigación judicial. El caso, que conmocionó a Florencio Varela, está en manos de la Unidad Funcional de Instrucción N.º 5, a cargo del fiscal Federico Pagliuca. Hasta el momento, la causa permanece caratulada como homicidio simple, una figura que a menudo se utiliza de forma inicial y provisoria mientras se recolectan pruebas. Sin embargo, la familia de la víctima exige un cambio urgente: consideran que lo ocurrido configura un homicidio agravado por alevosía, cometido además dentro de un patrón de violencia de género.

Cristian fue atacado con un machete afilado por Néstor Sebastián Cabañas, quien se encuentra actualmente detenido. La víctima llegó sin vida al Hospital Mi Pueblo a causa de un shock hipovolémico, producto de la pérdida masiva de sangre. El ataque se produjo ante la presencia del hijo de cinco años del propio agresor y de la hermana menor de Cristian Eleazar. . Para la familia, estos elementos no son accesorios: forman parte del mensaje de terror y castigo que, sostienen, estuvo dirigido principalmente a una mujer.

“Quisiera que la gente conozca quién era mi hijo y que sepan que pedimos el cambio de carátula”, expresó Georgina Núñez, madre de Cristian, en diálogo con El Vespertino. “Fue un crimen por odio dentro de un contexto de violencia de género. En vez de matarla, mata a su pareja, a mi hijo, porque elige verla sufrir: la castiga matando a su pareja”.

La discusión sobre la carátula

Desde la perspectiva de la familia, la actual calificación legal no refleja la gravedad ni la forma en que se ejecutó el crimen. Según explican, Cabañas actuó “sobre seguro”, eliminando cualquier posibilidad real de defensa por parte de Cristian Eleazar. . Entienden que hubo premeditación, señalada —según su versión— por amenazas previas y por la preparación del arma, y alevosía, al atacar de manera sorpresiva y directa zonas vitales como el abdomen y la región cardíaca.

De acuerdo con el relato familiar, el encuentro entre ambos se dio en el marco de una conversación que se suponía destinada a “aclarar una situación”, no a una confrontación violenta. Cristian Eleazar, , sostienen, no se dirigió al lugar con intención de agredir. “Mi hijo no inició una agresión”, remarca Georgina Núñez. Bajo esa interpretación, no existirían los elementos clásicos de una legítima defensa: no hubo agresión ilegítima previa ni necesidad racional del medio empleado. Sí, afirman, hubo una clara falta de provocación suficiente por parte de la víctima.

La diferencia jurídica no es menor. El homicidio simple prevé penas de 8 a 25 años de prisión. El homicidio agravado por alevosía contempla prisión perpetua. La clave, como señalan especialistas en derecho penal, radica en la forma de ejecución del delito: atacar de manera sorpresiva, asegurando el resultado mortal e impidiendo la defensa de la víctima.

Violencia vicaria: el móvil que excede a la víctima directa

Más allá de la discusión penal, la familia insiste en que el crimen debe ser leído dentro de un marco más amplio: el de la violencia vicaria. Si bien esta figura no es autónoma en el Código Penal argentino, su reconocimiento resulta central para comprender el móvil y evaluar el riesgo que representa el agresor.

Según el testimonio de Georgina Núñez, el ataque estuvo dirigido indirectamente a la ex pareja de Cabañas, madre del niño de cinco años que presenció el hecho, por haber rehecho su vida y mudarse con Cristian Eleazar . En este sentido, el homicidio funcionaría como un mensaje extremo de dominio y castigo hacia ella. La víctima directa fue Cristian Gómez Núñez; la destinataria simbólica del daño, una mujer.

El hecho de que el ataque ocurriera frente al hijo del agresor agrava aún más el cuadro. La familia sostiene que el niño fue expuesto no sólo a la violencia física extrema, sino también a amenazas previas, como la frase “esto es un juego”, que —según relatan— habrían sido pronunciadas antes del ataque. Desde una perspectiva de derechos humanos, la exposición de infancias a este tipo de escenas constituye una forma de victimización severa, con posibles consecuencias psicológicas irreparables.

Prisión preventiva y riesgo procesal

El imputado, Néstor Sebastián Cabañas, se encuentra detenido, una medida que la familia considera fundamental para garantizar el proceso judicial. Dada la gravedad del hecho y las posibles penas en juego, sostienen que existe un riesgo procesal evidente, ya sea por peligro de fuga o de obstaculización de la investigación. En este punto, el análisis del contexto de violencia y del modo de ejecución del crimen resulta clave para evaluar la necesidad de mantener la prisión preventiva.

Quién era Cristian

En medio del debate jurídico, Georgina Núñez pide que no se pierda de vista a la persona detrás del expediente. “Mi hijo era bueno, era solidario, era mi compañero. Lo tuve a los 17 años”, contó. Separada desde 2013, lo describe como el sostén de su familia. “Era todo para sus hermanos, para su sobrina, para su cuñado, para toda la gente que lo quería”.

Nombrar adecuadamente el crimen no es sólo una cuestión técnica. Para esta familia, es una forma de justicia simbólica y concreta. Reconocer la alevosía y el contexto de violencia de género implica asumir que no se trató de un hecho aislado, sino de una expresión extrema de un patrón de control y castigo.

Mientras la investigación avanza, en Florencio Varela una madre sigue esperando que la Justicia escuche su reclamo y que la carátula refleje, con precisión y responsabilidad, la gravedad de lo ocurrido.

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