Claudia vive en el barrio El Molino, en Florencio Varela. Es mamá de un niño de cuatro años que tiene parálisis cerebral. Cada día enfrenta una realidad que muchos vecinos del conurbano conocen bien: calles intransitables, falta de obras y la sensación de estar olvidados por las autoridades.
“Yo vivo en el barrio El Molino y tengo un nene con discapacidad. Cuando llueve no puedo salir de mi casa ni se acuerda el intendente de este barrio”, contó Claudia a El Vespertino. Su casa está ubicada sobre la calle Estados Unidos de América, entre 52 y el arroyo, una zona donde el barro y el anegamiento se vuelven parte del paisaje cotidiano.
Su hijo, que utiliza silla de ruedas, asiste al Hospital El Cruce, uno de los principales centros de salud de alta complejidad de la región. Para llegar, deben tomar el colectivo en la parada más cercana, ubicada en Estados Unidos y Río de Janeiro, a unos 850 metros de su domicilio.
“Cuando llueve, directamente no puedo salir. Las calles se llenan de agua y barro, y empujar la silla se hace imposible”, relata Claudia, con la preocupación de toda madre que depende del transporte público para llevar a su hijo a los controles médicos.
El testimonio de Claudia pone en evidencia una problemática estructural que afecta a numerosas familias de barrios como El Molino, donde la falta de pavimento y de obras de infraestructura básica profundiza la exclusión de las personas con discapacidad.
Mientras las lluvias de primavera vuelven a poner en jaque la movilidad en distintas zonas de Florencio Varela, los vecinos reclaman que el municipio mire hacia los márgenes, donde aún hay calles que no figuran en los mapas oficiales, pero donde la vida sigue su curso entre el esfuerzo y la esperanza.