Vecinos de Florencio Varela relatan que acceder a la atención en los CAPS implica madrugar, hacer largas filas y enfrentar cupos mínimos. Los testimonios mencionan falta de médicos, escasez de insumos y fuertes desigualdades entre barrios. Algunas salitas sostienen la atención por compromiso de sus equipos, pero el sistema aparece desbordado. El debate ocurre mientras en 2026 el municipio contará con un presupuesto de más de $159 mil millones, casi 40% superior al de 2025. La distancia entre los recursos anunciados y la experiencia cotidiana vuelve a poner a la salud pública local bajo la lupa.
Un posteo de El Vespertino abrió un debate que expone una problemática persistente en la salud pública local: largas filas, escasez de turnos, faltante de insumos y desigualdades entre barrios. Decenas de vecinos y vecinas compartieron sus experiencias en los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS). Los testimonios reflejan percepciones diversas y, en muchos casos, coincidentes.
El debate se da en un contexto presupuestario clave: para el año 2026 fue aprobado un presupuesto municipal que habilita al intendente Andrés Watson a administrar $159.582.501.241,32, casi un 40% más de recursos que en 2025. Según lo informado por la propia gestión, la mayor parte de esos fondos estaría destinada a Personal, Infraestructura, Salud y Obras Públicas. No existen, hasta el momento, datos oficiales públicos y desagregados que permitan evaluar cómo ese incremento presupuestario impacta de manera concreta en el funcionamiento cotidiano de los CAPS.
Madrugar o quedarse afuera: la lógica del turno como carrera de resistencia
“CAPS al límite: ‘si no llegás temprano, no te atienden’… ¿mito o realidad?”. Con esa pregunta, El Vespertino publicó un posteo en redes sociales que activó una catarata de respuestas desde distintos barrios de Florencio Varela. Los CAPS, primer nivel de atención del sistema sanitario, quedaron expuestos como un espacio donde el acceso parece regirse por una regla no escrita: llegar de madrugada.
Elizabet Rosa Barrera relató: “Hola acá en el centro de salud Villa Hudson todos los días dan 15 números, y tenés que estar a las 4 de la mañana para conseguir un turno”. Norytha Moreno sumó una experiencia similar desde Pico de Oro: “A las 3 de la madrugada tenés que ir para conseguir un turno”. Marixa Turkiya fue aún más directa: “Tenés que pasar la noche para conseguir un turno para médico clínico, ginecólogo, pediatra. CAPS de Ingeniero”.
Filas eternas, números contados y paciencia al límite

La escena se repite: frío, oscuridad, filas largas y cupos mínimos. Susana Artaza explicó que en el CAPS de La Esmeralda “si bien hay que hacer mucha fila se consigue turno si vas muy temprano”, aunque aclaró que “no hay insumos”. Gloria Magliarelli aportó un caso concreto ocurrido en invierno: “Me hicieron ir a las 6 de la mañana para que los turnos los den a las 9. Solo 5 turnos”.
Desde Villa del Plata, Matilda Sanas describió una situación extrema: “Una fila de casi 30 personas y dan solo 4 números para atención pediátrica. Personas que hacen filas desde las 3 de la mañana para que te digan ‘no hay más’”.
Cuando no hay médicos, no hay magia: la falta de personal como rutina
La escasez de profesionales aparece como una constante en los relatos. Danny Make sostuvo: “Hacen centros de salud y nunca tienen doctores”. Alejandra Romero alertó sobre una situación prolongada: “En la salita de La Capilla hace más de dos años que no cuenta con pediatras”. En la misma línea, Ana Paula señaló: “No hay médicos pediátricos, los bebés y niños los atienden clínicos”.
Desde Bosques Norte, Solange Scalise afirmó: “No hay hierro para embarazadas, no hay ginecólogo”. Mai Bustos agregó: “En CAPS de Don José hace dos meses no llega la medicación”.
En ese escenario, numerosos vecinos también reconocen el esfuerzo cotidiano de médicos, enfermeras y personal de salud que sostienen la atención en condiciones adversas. Con pocos insumos, infraestructura deficiente y una demanda que supera largamente la capacidad de los centros, muchos profesionales trabajan al límite de sus posibilidades. La sobrecarga, la falta de reemplazos y la escasez de recursos no dependen de su voluntad individual, sino de un sistema que no siempre los respalda. Aun así, son quienes ponen el cuerpo para que la atención no se interrumpa, incluso cuando el contexto juega en contra. Además, gran parte de estos equipos desarrolla tareas que exceden la atención médica estricta: impulsan jornadas de concientización en derechos humanos, prevención de la violencia de género y promoción de los derechos de las infancias, abordando la salud como un proceso integral y comunitario, aun sin el respaldo estructural necesario.

Insumos que no llegan y especialidades que brillan por su ausencia
La falta de recursos materiales también atraviesa los testimonios. Erica María contó que “la salita de Villa Hudson a veces no tiene ni medicamentos”. Susana Artaza detalló que en odontología “no hay insumos para hacer arreglos”. Estas carencias impactan de manera directa en controles básicos y tratamientos, especialmente en niñas, niños y personas gestantes.
Salitas desbordadas y barrios desiguales: la salud según el código postal

Las experiencias no son homogéneas. Mientras algunos CAPS concentran críticas, otros reciben valoraciones positivas. Delia Escobar destacó: “La salita Villa Hudson nunca dejó de atender, siempre atendieron a mis hijos con o sin turnos”. Mirian C. Moreno coincidió: “Obvio hay que madrugar, pero te atienden en el día”. Jaquelina Sánchez señaló mejoras en Villa Angélica: “Antes era así, ahora vayas a la hora que vayas te dan turno si hay médico”.
Estas diferencias refuerzan la percepción de una atención desigual según el barrio.
Buenas voluntades en un sistema que no alcanza
Algunos comentarios rescatan el compromiso individual de profesionales de la salud. Elsa Escalante afirmó: “Son grandes profesionales con mucha empatía”. Estos reconocimientos conviven con críticas estructurales que exceden a médicos y enfermeras y apuntan a la organización general del sistema.
Maltrato, favoritismos y denuncias que nadie aclara
Varios lectores denunciaron situaciones de destrato, favoritismos o irregularidades. Estas afirmaciones no cuentan con confirmación judicial ni administrativa y se consignan como testimonios personales.
Monica Tipol escribió: “Tenés que ser amiga de la que da turno o llevarle regalitos. Es una corrupción”. Celeste Romero aseguró haber realizado una denuncia: “Por eso los denuncié ante el Ministerio de Salud”. No consta información pública sobre el estado de esas presentaciones.
Otros relatos hablan de maltrato cotidiano: “Te tratan mal, se te ríen en la cara” (Eliana Manchado) y “Hay personal que se cree dueño del lugar” (Nora Mabel Retamar).
Inaugurar sin atender: la foto antes que el funcionamiento

Una parte de los comentarios cuestionó la inauguración de nuevos espacios aparentemente sin recursos suficientes. Moisés Medina expresó: “Siguen inaugurando lugares donde no trabaja nadie”. Graciela Letty resumió el enojo: “Ponen fotos inaugurando centros mientras los que ya están, están abandonados”.
Estas opiniones reflejan malestar social.
La bronca que se repite y un sistema que no da respuestas
Cristina Burgos sintetizó una mirada extendida: “Tema salud siempre fue igual en Varela, no es de ahora”. Laura Flores reforzó: “No hagan uno por el gobierno de turno”. Las referencias a gestiones municipales y provinciales aparecen en varios comentarios como expresiones políticas individuales.
Desde una perspectiva de derechos humanos, el acceso oportuno y equitativo a la salud es una obligación del Estado. La reiteración de relatos sobre filas nocturnas, escasez de turnos y falta de especialistas interpela a las autoridades sanitarias locales y provinciales.
Hasta el momento, no se difundieron datos oficiales actualizados que permitan contrastar estas percepciones con indicadores objetivos. En ese vacío, las voces de vecinos y vecinas funcionan como un llamado de atención: inaugurar no alcanza si la atención no llega.
