Así lo afirma Eva Galarza, referenta de género e integrante de Voces de Mujeres y Diversidad, a días del 25 de noviembre. En su voz se condensan los miedos, las luchas y las esperanzas de cientos de vecinas que aún enfrentan violencias cotidianas en Florencio Varela. A días del 25 de noviembre, su testimonio abre una puerta urgente: escuchar, acompañar y sostener a quienes siguen buscando vivir sin miedo y con dignidad.
A pocas jornadas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Florencio Varela vuelve a mirarse en su propia realidad. En los barrios, en los pasillos de tierra, en las paradas improvisadas de colectivo, la violencia persiste adoptando formas cotidianas, silenciosas y a veces invisibles para quienes no las viven.
Quien lo afirma es Eva Galarza, referenta de la militancia en género del distrito e integrante de la organización social Voces de Mujeres y Diversidad, que desde su trabajo territorial describe —con crudeza, pero también con esperanza— el mapa íntimo de lo que enfrentan mujeres y diversidades todos los días.

“La violencia tiene nombre y tiene casas”
Galarza sostiene que en Varela la violencia “tiene nombre, tiene casas, tiene caras que conocemos”. Señala que las formas más persistentes no siempre aparecen en un parte policial: “la violencia cotidiana, esa que te va apagando de a poco”.
Control, celos disfrazados de amor, manejo económico por parte de otros y burlas hacia las diversidades son, según ella, expresiones repetidas en su trabajo comunitario. Las jóvenes “siguen organizando sus recorridos pensando por dónde es más seguro” y muchas mujeres continúan atravesando situaciones graves “en silencio porque sienten que no tienen respaldo”.
Una conciencia social que crece, pero que enfrenta resistencia
Desde su experiencia, Galarza afirma haber visto una transformación profunda en los últimos años: “Hoy las jóvenes no se callan nada, las vecinas ya no miran para otro lado”. Sin embargo, advierte la aparición de discursos que buscan deslegitimar la problemática: voces que “dicen que exageramos, que la violencia no existe”. Frente a eso, asegura que la militancia no está dispuesta a retroceder.
Demoras, revictimización y falta de articulación
Para la referenta, uno de los principales obstáculos cuando una mujer busca ayuda es la falta de respuestas rápidas. “Cuando una mujer toma coraje para pedir ayuda, no puede esperar semanas”, afirma.
También describe situaciones de revictimización: funcionariado que no cree, fuerzas de seguridad que minimizan, instituciones que no articulan. A ese panorama se suma la cuestión económica: muchas mujeres “no pueden dejar a sus hijos para hacer trámites o no tienen plata ni para viajar”.

Presencia territorial y autonomía económica: prioridades en los barrios
Galarza remarca la urgencia de políticas locales que estén realmente en el territorio: equipos de género por barrio, atención psicológica inmediata y acompañamiento sostenido.
Pero también insiste en un punto que repite a lo largo de toda la entrevista: la autonomía económica. “La prevención empieza por la dignidad”, dice, y la dignidad para muchas mujeres implica trabajo, cooperativas, redes de cuidado y oportunidades reales para decidir sin tener que elegir entre su libertad y la comida de sus hijos.
La desigualdad como una jaula
“El desempleo, la informalidad y las tareas de cuidado no reconocidas vuelven casi imposible cortar con la violencia”, asegura. Muchas mujeres le preguntan: “¿A dónde me voy con mis hijos?”. Para Galarza, la lucha feminista está ligada de forma inseparable a la lucha por la justicia social.
Las organizaciones territoriales como primer refugio
Merenderos, centros culturales y redes feministas cumplen —según su mirada— un rol central: “Somos las primeras en enterarnos, las primeras en escuchar y las primeras en acompañar”. Allí donde el Estado no llega, asegura que estas redes sostienen “con amor, con convicción y con una enorme responsabilidad colectiva”.

Una historia que marcó su militancia
Entre las experiencias que más la conmovieron, recuerda el acompañamiento a una madre cuya hija había desaparecido. Tras días de búsqueda, la joven fue encontrada sin vida en un descampado. Galarza destaca que hubo una condena ejemplar y que hoy esa madre, en sus tiempos, acompaña a otras familias. “Ese es el triunfo más grande: cuando el dolor se convierte en organización.”
Un mensaje para las jóvenes
A las adolescentes varelenses les dedica un consejo directo:
“El amor es libertad, no control. Nadie tiene derecho a decirles cómo vestirse, con quién salir o qué soñar.”
Les pide que se apoyen en sus amigas, en sus redes, en los espacios donde puedan hablar sin miedo. Y que si algo les incomoda, “no lo pasen solas”.
El Varela que imagina
Galarza proyecta un distrito con barrios iluminados, transporte seguro, equipos especializados en cada zona y escuelas donde se trabaje la ESI sin retrocesos. Imagina también trabajo digno, centros de cuidado comunitarios y un Estado que actúe “antes del golpe, no después”.
De cara al 25 de noviembre
Para este 25N, afirma que el principal desafío es no permitir retrocesos:
“No soltar la calle ni la agenda feminista. Exigir presupuesto, políticas claras y una Secretaría de Género con personas capacitadas.”
Sostiene que la violencia se combate desde la militancia, desde los barrios y desde “cada gesto de sororidad” que, día a día, sostiene la vida de miles de mujeres y diversidades en Florencio Varela.
