jueves, noviembre 28

Triunfo de Trump: entre la economía, el individualismo y la deportación

¿Qué hace que una gran parte de la población latina vote una opción que despilfarra odio y, directamente, odio racial y de clase, creándolos como chivo expiatorio de los malestares sociales de EE.UU.? Es el capitalismo, es la economía. La clase trabajadora se mueve, como táctica de supervivencia dentro de la meca del capitalismo, de manera individualista, como es costumbre cultural en EE.UU. Si no hacés dinero, si no consumís, para encajar en la cultura competitiva y meritocrática estadounidense, no sos nadie. Algunos latinos ya establecidos toman el discurso «vienen a sacarnos el trabajo». Hay una sensación de que se quieren despegar del migrante que la derecha fascista deshumaniza diciendo que se comen a los perros de los vecinos, o que los estigmatizan como delincuentes. No quieren ser ése migrante, no se consideran ése migrante. Así, la crisis del capitalismo en estos tiempos muestra su cara más destructiva, deshumanizadora, fascista e individualista. 

En algún lugar de California empezaba la jornada laboral tras la victoria de Trump. Nadie hace ningún comentario sobre las elecciones hasta que unos trabajadores latinos se ponen a hablar: 

-¿Has ido a votar?

-Sí.

-¿Estás contenta con el resultado, o no?

-Mira, ese hombre a mi no me ha hecho nada.

Silencio.

La persona que contestó es una mujer de origen mexicano nacida en Estados Unidos gracias a que su padre fue beneficiario del Programa Bracero, que fue un acuerdo binacional que permitió a trabajadores mexicanos ingresar legalmente a Estados Unidos para realizar tareas en la agricultura y el ferrocarril entre 1942 y 1964. Ella fue de bebé a México para que la criara la abuela, mientras sus padres trabajaban en Estados Unidos para hacer dinero. Su marido es mexicano y sus hijos son estadounidenses nacidos y criados. 

“It’s the economy, stupid”. Esa frase salida de la boca del estratega político James Carville durante la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, todavía se puede implementar para poder explicar el triunfo de Donald Trump. Según una encuesta de NBC News hecha con una base de 20 mil entrevistas por 10 Estados diferentes, el 46 por ciento siente que la situación financiera familiar es peor hoy, comparándola con su situación de hace cuatro años, cuando Trump era presidente. Y así se vio en los votos concretos de la comunidad latina: más allá de que el Partido Demócrata sacó el 53 por ciento de los votos latinos, Trump este año obtuvo 10 puntos más de apoyo de este sector que en la elección del 2020. La cifra aumenta a 18 puntos si sólo se cuenta el voto masculino. 

El presidente de EE.UU., Joe Biden, junto a su vicepresidenta, Kamala Harris, en una fotografía de archivo. Imagen: EFE/Shawn Thew.

La suerte de Joe Biden y Kamala Harris fue igual de mala que la mayoría de los presidentes que tuvieron que gobernar durante o post pandemia, y no pudieron anular la sensación de que “antes estábamos mejor económicamente”. Con una inexistente recesión, una tasa del 3 por ciento anual de crecimiento de la economía, y un 4 por ciento de desempleo, la sensación en la clase trabajadora es que hay menos movimiento de dinero, y que ese 7 por ciento de inflación que se sintió poderosamente en 2022 ha dejado los precios altos y no volverán a bajar a niveles anteriores a la crisis. 

Más allá de los coqueteos que Biden había hecho con los sindicatos al principio de su presidencia, en hechos, su mandato ha decepcionado a ese sector de trabajadores organizados. Es que siempre van a proteger al sector privado antes que a los trabajadores. Un gran ejemplo de eso fue la estrategia de darle dinero al sector privado en el 2021 para subsidiar el empleo. Es decir, era una ayuda indirecta, ya que no iba directamente al trabajador. 

Por otro lado, la campaña presidencial de Kamala Harris no tuvo una gran retórica sobre el bienestar de la clase trabajadora ni mostró un plan económico concreto. Su discurso se basaba en el anti racismo de cotillón o en el acceso al aborto, que nunca fue ley federal en Estados Unidos. Pero sobre todo, su campaña se basó en el cuidado de la democracia, la glorificación de la patria y declarar que el mayor privilegio de la tierra es ser estadounidense. Sin vergüenza, y en el contexto donde Estados Unidos apoya económicamente el genocidio en Palestina debido a la apuesta al lobby sionista, Harris en su campaña dijo: “como comandante en jefe, voy a asegurar que Estados Unidos siempre tenga la fuerza de combate más fuerte y más letal del mundo”.

Así vemos como el patriotismo bélico o colgarse de la demanda de las mujeres para acceder al aborto, no fueron suficientes para los demócratas. De hecho, el senador y ex precandidato a presidente del Partido Demócrata en 2016 y 2020, Bernie Sanders, declaró: “no debería sorprendernos que el Partido Demócrata, que ha abandonado a la clase trabajadora, descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. Mientras que los líderes demócratas defienden el status quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tienen razón”. Es evidente que el sector de izquierda de los demócratas, de la mano de Sanders y Alexandria Ocasio-Cortéz, no tiene una fuerte injerencia en la línea que lleva el partido azul, ya que la campaña de Harris se fue mucho más a la derecha, apoyando la matanza en Palestina y también, sin planes económicos concretos. 

Collage: Lorena Mansilla.

Por otro lado, la plataforma de Donald Trump se destacó por tener un discurso fuertemente anti migratorio, promocionar sus beneficios económicos, fomentar lo nacional y castigar a todo lo que esté por fuera del pensamiento imperante. 

Textual, en los puntos de la plataforma con respecto a la migración dice:

  • Sellar la frontera y detener la invasión migratoria.
  • Realizar la mayor operación de deportación en la historia de Estados Unidos.
  • Detener la epidemia de delincuencia migratoria, demoler los cárteles de drogas extranjeros, acabar con la violencia de pandillas y encarcelar a los delincuentes violentos.  

En tanto, sobre el tema económico destaca:

  • Poner fin a la inflación y hacer que Estados Unidos vuelva a ser asequible.
  • ¡Grandes recortes de impuestos para los trabajadores y ningún impuesto a las propinas! (destacado en su página web con signos de admiración).
  • Convertir a Estados Unidos en el principal productor de energía del mundo.
  • Detener la subcontratación y convertir a EE.UU. en una superpotencia industrial.
  • Mantener el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial.

Otros temas destacados en la plataforma fueron:

  • Deportar a los radicales pro-Hamás y hacer que nuestros campus universitarios vuelvan a ser seguros y patrióticos.
  • Prevenir la Tercera Guerra Mundial, restablecer la paz en Europa y Oriente Medio, y construir un gran escudo de defensa antimisiles con cúpula de hierro sobre todo nuestro país, todo ello fabricado en Estados Unidos.
  • Defender la constitución, la declaración de derechos y las libertades fundamentales, incluida la libertad de expresión, la libertad de religión y el derecho a poseer y portar armas.
  • Fortalecer y modernizar nuestras fuerzas armadas, convirtiéndolas, sin lugar a dudas, en las más fuertes y poderosas del mundo.
  • Recortar la financiación federal para cualquier escuela que promueva la teoría crítica de la raza y la ideología radical de género.
  • Cancelar el mandato de vehículos eléctricos y reducir regulaciones costosas.

En algunos puntos hay una gran contradicción, diciendo que defendería derechos y libertades fundamentales, pero castigaría económicamente a centros educativos que pretendan defender los derechos de identidades. Otro punto contradictorio a futuro es el de cancelar la promoción de vehículos eléctricos y reducir regulaciones que promueven el cambio energético, porque uno de los principales aliados que hizo campaña para Trump fue Elon Musk, dueño de Tesla, una de las marcas de automóviles eléctricos más importantes del mundo. Algo a destacar, a diferencia de las campañas anteriores, es que no se metió con la seguridad social, los planes médicos y la jubilación, prometiendo no recortarlos y luchar por ellos.   

Imagen: Garmo Click.

Pero, ¿qué hace que una gran parte de la población latina vote una opción que despilfarra odio, y directamente odio racial y de clase, creándolos como chivo expiatorio de los malestares sociales de EE.UU.? Es el capitalismo, es la economía. Es el acceso al consumo que nunca habían tenido antes, o que algunos siempre tuvieron desde que nacieron al ser brindado por esos padres que llegaron a EE.UU. a trabajar  por diferentes razones. La clase trabajadora se mueve, como táctica de supervivencia dentro de la meca del capitalismo, de manera individualista, como es costumbre cultural en Estados Unidos. Si no hacés dinero, si no consumís, para encajar en la cultura competitiva y meritocrática estadounidense, no sos nadie ni digno de ser productivo.

En el mismo lugar de California, durante la jornada laboral, otra trabajadora tira otro comentario:

-”Yo no fui a votar porque no puedo. Mi hijo menor estaba muy triste porque tiene miedo que nos manden de nuevo a Oaxaca. Pero yo le dije que no nos importa, porque yo soy luchadora y vamos a salir adelante en cualquier lugar”. 

Trump, en un encuentro con votantes latinos celebrado en octubre en Miami. Foto: CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH (EFE).

En un lugar de trabajo, dos situaciones distintas de latinas. Una mexicana con papeles y la otra, no. Es que la categorización latino abarca diversas situaciones de clase, de raza y cultural. Además, en esa categoría se incluye al recién llegado a EE.UU. y a los que son tercera generación de migrantes. También hay diferentes maneras de llegar: no es lo mismo migrar desde Cuba en 1953, que migrar cruzando la frontera por el desierto que limita México con Arizona. No es lo mismo llegar desde Haití, o llegar en avión desde Argentina, Brasil o Chile. No es lo mismo salir de Centroamérica durante el proceso de guerrillas, que en este momento. No es lo mismo saber que probablemente no puedas volver a tu país ni salir de los Estados Unidos por miedo a no volver más y ser deportado, que tener un pasaporte Estadounidense porque sos de Puerto Rico y tener acceso a volver a tu tierra, o vivir en Estados Unidos sin límite. Es por eso que no se puede leer como algo homogéneo a una población tan diversa en vivencias políticas, económicas y culturales.

En este momento, la cifra de indocumentados en el país ronda los 11 millones de personas. Esta gente paga impuestos como cualquier ciudadano o residente permanente, pero no tienen ningún beneficio social. Aportan a la economía en la industria de la salud, de los cuidados, de los servicios y de la agricultura. Por otro lado, las remesas que envían a sus familias son parte vital de la economía de sus países. Alrededor de 23 mil millones de dólares llegan de remesas desde EE.UU. a Centroamérica. Una deportación masiva sería un desastre económico para esos países y también afectaría a Estados Unidos. 

Como vimos, Donald Trump quiere hacer la mayor deportación de país. No será el primero, ya que el presidente Dwight David Eisenhower realizó una operación militar para deportar a más de un millón de mexicanos en 1954. Pero, ¿cuán factible puede ser esa promesa? Para poder ejecutarlo, deberían entregarle al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas estadounidense, ICE por sus siglas en inglés, más de 80 mil millones de dólares, y así, se convertiría en una agencia que gastaría más que la DEA, la Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos. ¿Qué consecuencias tiene en la vida interna del país separar familias, sacar trabajadores estables que aportan a la economía y comenzar conflictos entre los Estados que protegen a los migrantes? ¿Tendrá Trump la posibilidad de pasarle el problema a países como México o Panamá para exigirles que controlen las fronteras previas a la estadounidense? ¿Cuál será la reacción diplomática de los presidentes de los países involucrados, en especial de México de la mano de la nueva mandataria Claudia Sheinbaum?

Más de 1.000 migrantes esperan en fila para ser procesados por agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos tras cruzar el Río Grande desde México el 18 de diciembre de 2023, en Eagle Pass, Texas. Crédito: John Moore/Getty Images.

Al  gobierno de Joe Biden se les fue de las manos la situación migratoria. Cuando en 2020 sale electo presidente, ya había caravanas de personas queriendo entrar a EE.UU. caminando desde países como Venezuela, Ecuador, Honduras, Haití o El Salvador. Las caminatas recorriendo país tras país son tortuosas. Los que llegan desde Sudamérica deben pasar la selva pantanosa el Darién, ubicada entre Colombia y Panamá. En los caminos se pueden encontrar esqueletos humanos, y se corre el riesgo de ser robado o violado. También pueden ser secuestrados grupalmente en México por los carteles. Una nueva modalidad extorsiva de los carteles es robarles la cita migratoria para un futuro asilo y pedirles dinero. 

Como se ve, la odisea es terrorífica, pero no termina al llegar a la frontera, porque mucha gente queda detenida por ICE, y pueden ser trasladados a centros de detención, cárceles locales o bases militares. En estos centros hay familias separadas, niñxs sin algún adulto a cargo, y hasta hubo denuncias de esterilización de mujeres sin su consentimiento durante el gobierno de BIden y Kamala Harris. A todo esto, hay milicias civiles armadas en la frontera del lado estadounidense donde cazan migrantes. 

Los trabajos que las clases medias trabajadoras rechazan, los hacen gran parte los latinos que vienen buscando trabajo y salarios en dólares. Pero es ahí que algunos latinos ya establecidos, toman el discurso “vienen a sacarnos el trabajo”. Por otro lado, hay una sensación de que se quieren despegar del migrante que la derecha fascista deshumaniza diciendo que se comen a los perros de los vecinos, o que los estigmatizan como delincuentes. No quieren ser ése migrante, no se consideran ése migrante. No hay tiempo para detenerse a pensar si esas declaraciones están fuera de lugar sin hacer un análisis más profundo de la situación. No hay tiempo para empatías, porque hay que seguir haciendo más dinero para poder vivir consumiendo. 

Es evidente que hay un cambio de etapa a nivel global. La crisis del capitalismo en estos tiempos muestra su cara más destructiva, deshumanizadora, fascista e individualista. 

En lugares menos conservadores en Estados Unidos como California, acaban de ser rechazadas con el voto propuestas básicas que benefician a las clases trabajadoras como aumentar el salario mínimo, poner fin al trabajo forzoso en las prisiones, o crear un control de los precios de los alquileres. La propuesta que sí ganó fue la de criminalizar y aumentar las sentencias a delitos menores como robo de pertenencias. 

Robin DG Kelley, profesor de historia de la UCLA, durante una entrevista en el noticiero diario Democracy Now, consideraba que en la sociedad estadounidense hay una ausencia general de solidaridad en una cultura neoliberal de larga data, en la que se le enseña a la gente a resolver sus propios problemas desde el profundo individualismo, tenga como resultado esta falta de empatía y de sentir colectivo. “Faltaría un tipo de educación política para construir ese sentido de cohesión”, reflexionó Kelley. 

Las huelgas de Amazon o de Starbucks fueron un buen comienzo, pero es muy duro ir contra la corriente. La solidaridad de otrxs latinxs hacia la situación migrante es inmensa, pero no suficiente. Personas con buenas intenciones y buen corazón  hay en este país tan diverso y cosmopolita, solo que les faltaría tener constancia,  organizarse y permanecer debatiendo y reflexionando en plazos más largos en el tiempo. Para afrontar esta nueva etapa crítica del capitalismo, la solidaridad como clase, el cuidado del otro, el relacionarse e interesarse por el prójimo sintiéndose parte del mismo sector, más allá de su origen, es el desafío de las personas que habitan Estados Unidos de América. 

:::Lorena Mansilla, desde EE.UU., para ANRed:::

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